LECTIO BREVIS

Hace un año, me pidieron que me hiciera cargo de la Lectio Brevis de la universidad donde ahora trabajo (ITESO, Guadalajara). Una Lectio Brevis es una "lección breve", como su nombre lo indica. Es una manera de comenzar con las actividades académicas del año universitario. En muchos lugares, la Lectio Brevis marca también una tendencia de esta actividad, un norte, un hilo conductor a partir del cual se puede retomar la actividad de un año. 


Me da la impresión que en nuestra universidad, esta Lectio es sólo una formalidad, una manera de preservar una tradición universitaria y de identificarnos con las "tradiciones" medievales de nuestra institución de enseñanza. Es una manera de apropiarnos de un legado que, debida o indebidamente, tratamos de cultivar porque somos una Universidad

En realidad yo lo vi como una oportunidad de hacer pasar una idea que pudiera ser aceptada y entendida por todos y que pudiera enriquecer el trabajo universitario en general. Creo que sólo lo hice como si pudiera pretender lograr esto, como si la Lectio no fuera a caer en el olvido. A veces las cosas tienen mucho más impacto que lo que uno cree. Sin embargo, no tengo muchas razones para el optimismo.

¿Qué fue lo que quise decir en la Lectio? Simplemente, que la Universidad (en general) está llamada a eliminar de la sociedad una lógica economicista que nos lleva a la competencia, para proponer otra lógica más acorde con su esencia, una lógica de cooperación. Las sociedades están construidas a partir de la voluntad de vivir juntos, y creo que eso se sintetiza en "cooperación". Lo hago, creo, en un momento en que se ve la palabra "competencia" por todos lados, incluso en la educación (aunque denote otras cosas con la misma palabra). ¿Por qué tendríamos que elegir la cooperación sobre la competencia?, eso es justo la pregunta a la que intento responder.

Pongo la Lectio en esta entrada del Blog. Una manera de no perderla y también de difundirla entre quienes no la van a bajar del "Repositorio Institucional" de la Biblioteca del ITESO. 


La construcción de la sociedad: entre competencia y cooperación
Lectio Brevis. Iteso, 2018.



1)      Introducción. La Histerización de la política

Cuando me pidieron que me hiciera cargo de la lectio de este año, podíamos adivinar un panorama post-electoral complicado, dado que las campañas fueron un tanto ríspidas. Sin embargo, ha sido todo lo contrario: vivimos en una “extraña calma” luego de las elecciones presidenciales. Esto puede deberse a varios factores en los que no me detengo: por ahora me llama la atención que la calma resulte extraña.

Parecería que, en México, el conflicto y la violencia son lo que se ha normalizado. Cuando hablamos de lo tosco de los debates políticos, algunas personas responden que el problema es que en México no estamos acostumbrados a debatir o a enfrentar los conflictos[1]. Sin embargo, creo que hay una degradación de las instituciones políticas que no sólo es fruto de la posibilidad de debatir. Me parece que el cinismo y el escepticismo van permeando el ambiente: en cuestiones de política ya no creemos en nadie y no esperamos nada.

Podemos bautizar este fenómeno de aspereza en el debate como una histerización de la política y preguntarnos a qué se debe, si es un fenómeno reciente, si podemos plantear soluciones. ¿Somos cada vez menos civilizados? Tal vez nos hemos vuelto más violentos. ¿Qué podemos decir de este fenómeno?


2)      La Economistificación

Una buena parte de esta histerización se debe a algo que ha descrito el sociólogo francés Jean-Pierre Dupuy como economistificación[2]. Se trata de la sustitución de una lógica política por una lógica económica. Ordinariamente, lo que se busca con la importación de la lógica de la economía en la política es hacer más eficientes los servicios públicos, tales como el transporte urbano, los servicios de salud o de seguridad social. Se tiene la idea de que cuando hay que pagarlos son más valorados, pero que al mismo tiempo se puede exigir mayor eficiencia, puesto que nos hemos vuelto clientes.

Uno de los resultados colaterales de esta economistificación es utilizar la lógica económica en otros procesos donde resulta claramente funesta, como la producción y la difusión cultural o la investigación científica. Se nos podría decir que todo cuesta dinero y que por lo tanto hay que llevar las cosas con una lógica cercana a la de la economía. Si bien es verdad que todo cuesta, ¿eso es motivo suficiente para implementar una sustitución de lógicas? ¿Qué les pasa a los procesos sociales, por qué se van degradando con la economistificación?


Expongo la crítica en tres puntos: la capacidad del mal, la generalización de la competencia y la proliferación de la falta de civilidad. Un cuarto punto será para dar un punto de vista filosófico de este problema, para tocar, finalmente, su posible solución.


A)     Nuestra capacidad de mal

Hemos reflexionado todavía muy poco sobre un asunto que cada vez se hace más evidente y urgente. Hoy en día, la capacidad de que disponemos para causar daño es proporcionalmente muy superior a los medios morales de que disponemos para hacerle frente. El poder de la técnica parece haber rebasado nuestra capacidad moral, tal como lo muestra Tzvetan Todorov en su libro Frente al límite[3]. El problema es que nos hemos quedado sin categorías para juzgar un mal cuyas dimensiones tampoco somos capaces de medir. Cuando Günther Anders participó en el 4º Congreso Internacional sobre bombas atómicas que se llevó a cabo en Japón, anotaba en su diario que el discurso de los japoneses al referirse a las bombas que los estadounidenses lanzaron en Hiroshima y en Nagasaki, era parecido al que se tiene con una catástrofe natural: no había designación de culpables. Muy probablemente, se trata de una incapacidad de medir un mal de esa magnitud provocado por el ser humano.

De igual manera, podemos hablar del poder de los medios financieros actuales y de nuestra incapacidad para sopesar el daño que causan. Pienso en los rescates bancarios. Utilizar el dinero público para sacar de la quiebra las instituciones financieras, que en principio son privadas, y además abstenerse de señalar o castigar culpables, es un desastre moral. No tenemos idea del punto hasta el cual se devasta la confianza de la gente en sus instituciones, una confianza esencial para que cualquier país pueda marchar convenientemente. Lo mismo podemos decir de la proliferación de escándalos de corrupción de personajes políticos. Son como robos a plena luz del día, sin ningún pudor. Y no se calibra el desastre moral que conllevan.

Se trata, pues, del poder que confieren los medios técnicos y de nuestra falta de aptitud para sopesar hasta dónde nos puede dañar dicho poder. No hemos podido calibrar el mal de que somos capaces, con excepción de los ecologistas, quienes nos han dado algunas pistas de las consecuencias que tiene continuar explotando los recursos naturales como lo hemos hecho hasta ahora.


Hay que señalar un punto importante. Cualquier economista nos podría explicar que las leyes de la economía no son morales. En economía no hay moral sino funcionalidad. Hablar, por ejemplo, de una “competencia justa” en economía, no tiene nada que ver con la justicia sino con la competencia. Cuando la competencia económica se vuelve injusta, simplemente no hay competencia, hay monopolio (o tal vez oligopolio). En este sentido, la voluntad de moralizar la economía no es una opción, no lleva a nada.

Y, sin embargo, toda democracia necesita moral en sus ciudadanos porque se cohesiona por su solidaridad, es decir, por la voluntad de vivir juntos. A pesar de que no podamos moralizar la economía, la moral sigue siendo necesaria.

B)     La generalización de la competencia

Desde hace tiempo, medimos el desempeño humano en términos de competitividad. Sólo es eficiente y tiene un buen desempeño profesional (académico, comercial…) quien es capaz de competir con otros. La crítica que lanza el capitalismo liberal a las grandes burocracias es su ineficiencia y su desperdicio de recursos. El mal desempeño es una falta de competitividad.

Para aumentar la eficiencia de estos aparatos de servidores públicos se les obliga a jugar con las reglas del mercado. Esto ha producido, en primer lugar, la privatización del servicio público; en segundo lugar, una mayor transparencia y rendición de cuentas de los funcionarios.


Sin embargo, el dinamismo de competencia va deformando y desfigurando la razón de ser de las instituciones públicas. Podemos verlo en algunos asuntos concretos:

·         La lógica de la competencia en las elecciones va transformando en un show televisivo lo que debería ser un verdadero debate. Gana el que logre convencer a la mayoría. Decimos mayoría, pero en realidad deberíamos decir masa. En Jalisco hay otra palabra, mucho más gráfica, para describirlo: la perrada.

Hay que convencer a la masa (la perrada) de votar por un candidato, pero el proceso no es racional. La masa sólo se convence cuando se entusiasma, y se entusiasma cuando se irrita. Aquellos que mejor saben entusiasmar (y convencer) a las masas son los luchadores de lucha libre: ellos son los maestros. De ahí que los debates se vuelvan un espectáculo lamentable, comparable a la violencia de una arena de lucha libre, llenos de insultos, descalificaciones, amenazas, etc. Un dato que nos confirma esta idea es que Donald Trump se dedicaba a organizar rings de lucha libre (de millonarios) antes de dedicarse a la política. Pueden ver los vídeos en Youtube.

Y si bien es triste ver en qué se nos ha convertido la política, podríamos detenernos un poco a pensar en qué nos hemos convertido nosotros en este proceso. Somos masa, somos una perrada, puesto que nos dejamos llevar por esta lógica masiva. La participación política tiene el mismo efecto que ir al estadio. Habría que sopesar mejor el desastre moral que significa convertirse en una perrada, porque nos va acostumbrando a llevar una vida de perros.


C)     Proliferación de la falta de civilidad

Podemos tomar como un signo de la economistificación y de la violencia que provoca, la proliferación de un comportamiento antisocial o poco civil por parte de algunos ciudadanos. Vemos surgir cada vez más los personajes que se han bautizado como lords o ladys, cuyo comportamiento incivil, o a veces incluso poco moral, es exhibido por personas en las redes sociales.

No me detengo en esto. Me parece que no es una cuestión folklórica sino un índice de degradación de nuestra sociedad. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad que considera o ha considerado este comportamiento como normal. Pero, además, son conflictos cuya solución casi siempre es, violenta: recordarle a una persona que se tiene que comportar y cumplir con las normas civiles es exponerse a una agresión.


D)     Estado Natural

¿Por qué sucede todo esto? ¿De dónde surge esta degradación de la sociedad? Ya en el siglo XVII, el filósofo Thomas Hobbes se admiraba de este mismo hecho. Su obra trata de responder a una serie de cambios en la sociedad de su tiempo.

Hobbes trata de examinar aquello que constituye la cohesión de la sociedad preguntándose por el ser humano en su estado natural. No se trata de saber cómo era la humanidad antes de juntarse en sociedades, sino de saber qué sería de nosotros sin las leyes que nos ayudan a vivir juntos. Así pues, el ser humano en su estado natural es descrito por Hobbes como conflictivo y violento, y la sociedad como la lucha de todos contra todos. Hay tres pasiones fundamentales en este estado: a) la competencia, b) la desconfianza y c) la vanidad. Son tres pasiones que destruyen cualquier intento de vida en sociedad.

Hobbes hace notar que hay una lógica de guerra en el ser humano en su estado natural. Intenta sustituir esta lógica, por una lógica de paz. Hobbes explica que la pasión que está detrás del acuerdo, del contrato social es el miedo de la muerte violenta. Gracias a este temor somos capaces de ponernos de acuerdo.


Nuestra situación es un poco distinta: nosotros hemos sustituido una lógica de paz por una lógica economicista, fenómeno que hemos llamado economistificación. Sin embargo, el resultado es el mismo: la proliferación de la violencia (igual que en tiempos de Hobbes). La razón es bastante visible ya: si ponemos la competencia como norma que regula los servicios públicos y la sociedad en general, no obtenemos simplemente una mayor eficiencia. ¿Por qué? Sucede que las tres pasiones del hombre en su estado natural vienen juntas, están encadenadas. Una pasión va llevando a la otra. La competencia viene con la desconfianza y con la vanidad. Algo que hemos olvidado – por las sociedades que hemos construido – es que una sociedad está en función de poder vivir juntos y no de ser rivales o competidores.

¿Qué nos falta? En nuestros días, el temor de la muerte violenta está más vivo que nunca, no necesitamos invocar a Hobbes. Podemos ver, por ejemplo, la tremenda proliferación de cotos privados para poder vivir con seguridad. Sin embargo, ello no nos asegura una renovación de la sociedad, sólo logramos, en cambio, una fragmentación cada vez mayor.

Yo creo que proponer una pasión triste (temor de muerte violenta) como fundamento de nuestra sociedad, no ayuda gran cosa.  Necesitamos volver la mirada a una pasión positiva. En vez de competencia, cooperación; en vez de desconfianza, confianza; en vez de vanidad, benevolencia. Igual que la competencia va dando lugar a las otras pasiones, cuya confluencia termina por hacernos entrar en una lógica de guerra disfrazada de una lógica económica, la cooperación puede hacer surgir una dinámica opuesta, que pueda dar lugar a la renovación del contrato social; es decir, nos puede ayudar a salir de la economistificación.


3)      La cooperación

Cuando proponemos la competencia como dinamismo que aumenta la eficiencia, estamos afirmando que el deseo de sobrevivir es lo más fuerte en el ser humano. Es la misma pasión que propone Hobbes para el contrato social: el miedo a la muerte violenta. La competencia se basa en el miedo a la muerte, es decir en el miedo a ser eliminados (del juego, del mercado, etc.), es decir privilegia una pasión triste que destruye la cohesión y aumenta la rivalidad.

Sin embargo, podemos notar también que el deseo de vivir no es la misma cosa que el deseo de sobrevivir. Se entiende deseo de vivir como deseo de vivir en plenitud. Para lograr esto, necesitamos confianza y paz, no rivalidad. El deseo de vivir es equiparable al deseo de poder dar lo mejor de sí mismo, que es algo completamente ajeno al miedo a la muerte.

Podemos decir que no es la competencia lo que nos hace dar lo mejor de nosotros. Al contrario, la competencia puede traer lo peor: si estamos centrados en superar al rival, en vencerlo, vamos cayendo fácilmente en la tentación de eliminarlo (por lo menos, en tanto que rival). Podemos ilustrar esta afirmación con una idea de Hannah Arendt. Para esta filósofa, no son el nacimiento y la muerte lo que está a la base de la vida humana, sino la reproducción. Lo central es el deseo de novedad, la reproducción de la vida (y no el “sentido” que le confiere su arbitrariedad o su fragilidad). El dinamismo de reproducción está dominado por una lógica de acogida y benevolencia, no de supervivencia.

El deseo de vivir despierta cuando hay una confianza en la posibilidad de dar lo mejor de sí. Únicamente la cooperación despierta esta confianza.


Nuestra tarea como Universidad

Proponer la cooperación no es proponer una teoría ni un slogan. La cooperación es un principio de acción. Para comenzar a actuar, no necesitamos sino detectar las necesidades de la sociedad en la que estamos insertos. Esto es importante, porque la cooperación puede ser para nosotros el principio que garantice una presencia incondicional de la universidad en la sociedad. Nuestra actividad puede orientarse a esta cooperación mediante la promoción y creación de actores sociales que nos ayuden a todos a salir de la economistificación.

Notemos que es algo que ya existe en nuestra universidad. En el ITESO, intentamos tener respeto por las minorías, tolerancia entre personas que piensan de distinto modo o que tienen distintas creencias religiosas, tratar de conducir el automóvil amablemente – y dar preferencia al peatón –, una serie de cosas que no siempre encontramos fuera del campus. Hay también muchos proyectos PAP que tienen dinamismos de cooperación. Todo esto, hace falta impulsarlo más.


De ningún modo se puede decir que proponemos una salida de toda competencia. Pero es verdad que hace falta situarla y limitarla. Así como ya es imposible vivir sin economía y necesitamos entender que la economía tiene sus propias leyes, así también es necesario limitar su ámbito de competencia.

Es cierto que necesitamos acción. Pero también es verdad que somos, primeramente, una universidad: necesitamos reflexión. La cooperación queda como tarea de la universidad por varios motivos:

§  Pone a las personas más cualificadas de que dispone la sociedad en ámbitos de servicio incondicional, que va generando confianza en la sociedad.
§  Es capaz de reflexionar sobre los límites de la competencia y de la cooperación, de hacer ver su necesidad y de diferenciar los ámbitos en que se dan ambas.
§  El objetivo de generar la confianza es poder lograr acuerdos – volver al contrato social. Los acuerdos de civilidad sólo son posibles cuando hay cooperación, que es previa a todo acuerdo. Antes de hacer leyes, pactos e instituciones, hay que querer vivir juntos.

La cooperación es aquello que puede distinguirnos como universidad de inspiración cristiana, o como universidad simplemente. Aprovechemos lo que tenemos para ello, nuestro espacio, tiempo, recursos y disposición. Lo universitario es lo universal. Proponer una sociedad donde quepan todas las personas es nuestra tarea central.





[1] Por ejemplo: Castañeda, Jorge, Mañana Forever, Vintage, New York, 2012.
[2] Dupuy, Jean-Pierre, L’avenir de l’économie. Sortir de l’économystification. Flammarion, Paris, 2014.
[3] Todorov, Tzvetan, Frente al límite, Siglo XXI, Madrid, 2004.

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