LECTIO BREVIS
Hace un año, me pidieron que me hiciera cargo de la Lectio Brevis de la universidad donde ahora trabajo (ITESO, Guadalajara). Una Lectio Brevis es una "lección breve", como su nombre lo indica. Es una manera de comenzar con las actividades académicas del año universitario. En muchos lugares, la Lectio Brevis marca también una tendencia de esta actividad, un norte, un hilo conductor a partir del cual se puede retomar la actividad de un año.
Me da la impresión que en nuestra universidad, esta Lectio es sólo una formalidad, una manera de preservar una tradición universitaria y de identificarnos con las "tradiciones" medievales de nuestra institución de enseñanza. Es una manera de apropiarnos de un legado que, debida o indebidamente, tratamos de cultivar porque somos una Universidad.
En realidad yo lo vi como una oportunidad de hacer pasar una idea que pudiera ser aceptada y entendida por todos y que pudiera enriquecer el trabajo universitario en general. Creo que sólo lo hice como si pudiera pretender lograr esto, como si la Lectio no fuera a caer en el olvido. A veces las cosas tienen mucho más impacto que lo que uno cree. Sin embargo, no tengo muchas razones para el optimismo.
¿Qué fue lo que quise decir en la Lectio? Simplemente, que la Universidad (en general) está llamada a eliminar de la sociedad una lógica economicista que nos lleva a la competencia, para proponer otra lógica más acorde con su esencia, una lógica de cooperación. Las sociedades están construidas a partir de la voluntad de vivir juntos, y creo que eso se sintetiza en "cooperación". Lo hago, creo, en un momento en que se ve la palabra "competencia" por todos lados, incluso en la educación (aunque denote otras cosas con la misma palabra). ¿Por qué tendríamos que elegir la cooperación sobre la competencia?, eso es justo la pregunta a la que intento responder.
¿Qué fue lo que quise decir en la Lectio? Simplemente, que la Universidad (en general) está llamada a eliminar de la sociedad una lógica economicista que nos lleva a la competencia, para proponer otra lógica más acorde con su esencia, una lógica de cooperación. Las sociedades están construidas a partir de la voluntad de vivir juntos, y creo que eso se sintetiza en "cooperación". Lo hago, creo, en un momento en que se ve la palabra "competencia" por todos lados, incluso en la educación (aunque denote otras cosas con la misma palabra). ¿Por qué tendríamos que elegir la cooperación sobre la competencia?, eso es justo la pregunta a la que intento responder.
Pongo la Lectio en esta entrada del Blog. Una manera de no perderla y también de difundirla entre quienes no la van a bajar del "Repositorio Institucional" de la Biblioteca del ITESO.
La
construcción de la sociedad: entre competencia y cooperación
Lectio
Brevis. Iteso, 2018.
1)
Introducción. La Histerización de
la política
Cuando me
pidieron que me hiciera cargo de la lectio de este año, podíamos adivinar un
panorama post-electoral complicado, dado que las campañas fueron un tanto
ríspidas. Sin embargo, ha sido todo lo contrario: vivimos en una “extraña calma”
luego de las elecciones presidenciales. Esto puede deberse a varios factores en
los que no me detengo: por ahora me llama la atención que la calma resulte
extraña.
Parecería que, en
México, el conflicto y la violencia son lo que se ha normalizado. Cuando
hablamos de lo tosco de los debates políticos, algunas personas responden que
el problema es que en México no estamos acostumbrados a debatir o a enfrentar
los conflictos[1].
Sin embargo, creo que hay una degradación de las instituciones políticas que no
sólo es fruto de la posibilidad de debatir. Me parece que el cinismo y el
escepticismo van permeando el ambiente: en cuestiones de política ya no creemos
en nadie y no esperamos nada.
Podemos bautizar
este fenómeno de aspereza en el debate como una histerización de la política y preguntarnos a qué se debe, si es un
fenómeno reciente, si podemos plantear soluciones. ¿Somos cada vez menos
civilizados? Tal vez nos hemos vuelto más violentos. ¿Qué podemos decir de este
fenómeno?
2)
La Economistificación
Una buena parte
de esta histerización se debe a algo
que ha descrito el sociólogo francés Jean-Pierre Dupuy como economistificación[2]. Se
trata de la sustitución de una lógica política por una lógica económica.
Ordinariamente, lo que se busca con la importación de la lógica de la economía
en la política es hacer más eficientes los servicios públicos, tales como el
transporte urbano, los servicios de salud o de seguridad social. Se tiene la
idea de que cuando hay que pagarlos son más valorados, pero que al mismo tiempo
se puede exigir mayor eficiencia, puesto que nos hemos vuelto clientes.
Uno de los
resultados colaterales de esta economistificación
es utilizar la lógica económica en otros procesos donde resulta claramente
funesta, como la producción y la difusión cultural o la investigación
científica. Se nos podría decir que todo cuesta dinero y que por lo tanto hay
que llevar las cosas con una lógica cercana a la de la economía. Si bien es
verdad que todo cuesta, ¿eso es motivo suficiente para implementar una
sustitución de lógicas? ¿Qué les pasa a los procesos sociales, por qué se van
degradando con la economistificación?
Expongo la
crítica en tres puntos: la capacidad del mal, la generalización de la
competencia y la proliferación de la falta de civilidad. Un cuarto punto será
para dar un punto de vista filosófico de este problema, para tocar, finalmente,
su posible solución.
A)
Nuestra capacidad de mal
Hemos
reflexionado todavía muy poco sobre un asunto que cada vez se hace más evidente
y urgente. Hoy en día, la capacidad de que disponemos para causar daño es
proporcionalmente muy superior a los medios morales de que disponemos para
hacerle frente. El poder de la técnica parece haber rebasado nuestra capacidad
moral, tal como lo muestra Tzvetan Todorov en su libro Frente al límite[3].
El problema es que nos hemos quedado sin categorías para juzgar un mal cuyas
dimensiones tampoco somos capaces de medir. Cuando Günther Anders participó en
el 4º Congreso Internacional sobre bombas atómicas que se llevó a cabo en
Japón, anotaba en su diario que el discurso de los japoneses al referirse a las
bombas que los estadounidenses lanzaron en Hiroshima y en Nagasaki, era
parecido al que se tiene con una catástrofe natural: no había designación de
culpables. Muy probablemente, se trata de una incapacidad de medir un mal de
esa magnitud provocado por el ser humano.
De igual manera,
podemos hablar del poder de los medios financieros actuales y de nuestra
incapacidad para sopesar el daño que causan. Pienso en los rescates bancarios.
Utilizar el dinero público para sacar de la quiebra las instituciones
financieras, que en principio son privadas, y además abstenerse de señalar o
castigar culpables, es un desastre moral. No tenemos idea del punto
hasta el cual se devasta la confianza de la gente en sus instituciones, una
confianza esencial para que cualquier país pueda marchar convenientemente. Lo
mismo podemos decir de la proliferación de escándalos de corrupción de
personajes políticos. Son como robos a plena luz del día, sin ningún pudor. Y
no se calibra el desastre moral que conllevan.
Se trata, pues,
del poder que confieren los medios técnicos y de nuestra falta de aptitud para
sopesar hasta dónde nos puede dañar dicho poder. No hemos podido calibrar el
mal de que somos capaces, con excepción de los ecologistas, quienes nos han
dado algunas pistas de las consecuencias que tiene continuar explotando los
recursos naturales como lo hemos hecho hasta ahora.
Hay que señalar
un punto importante. Cualquier economista nos podría explicar que las leyes de
la economía no son morales. En economía no hay moral sino funcionalidad.
Hablar, por ejemplo, de una “competencia justa” en economía, no tiene nada que
ver con la justicia sino con la competencia. Cuando la competencia económica se
vuelve injusta, simplemente no hay
competencia, hay monopolio (o tal vez oligopolio). En este sentido, la voluntad
de moralizar la economía no es una
opción, no lleva a nada.
Y, sin embargo,
toda democracia necesita moral en sus ciudadanos porque se cohesiona por su
solidaridad, es decir, por la voluntad de vivir juntos. A pesar de que no
podamos moralizar la economía, la moral sigue siendo necesaria.
B)
La generalización de la competencia
Desde hace
tiempo, medimos el desempeño humano en términos de competitividad. Sólo es eficiente y tiene un buen desempeño
profesional (académico, comercial…) quien es capaz de competir con otros. La
crítica que lanza el capitalismo liberal a las grandes burocracias es su
ineficiencia y su desperdicio de recursos. El mal desempeño es una falta de
competitividad.
Para aumentar la
eficiencia de estos aparatos de servidores públicos se les obliga a jugar con
las reglas del mercado. Esto ha producido, en primer lugar, la privatización
del servicio público; en segundo lugar, una mayor transparencia y rendición de
cuentas de los funcionarios.
Sin embargo, el
dinamismo de competencia va deformando y desfigurando la razón de ser de las
instituciones públicas. Podemos verlo en algunos asuntos concretos:
·
La
lógica de la competencia en las elecciones va transformando en un show
televisivo lo que debería ser un verdadero debate. Gana el que logre convencer
a la mayoría. Decimos mayoría, pero
en realidad deberíamos decir masa. En
Jalisco hay otra palabra, mucho más gráfica, para describirlo: la perrada.
Hay que convencer a la masa (la
perrada) de votar por un candidato, pero el proceso no es racional. La masa
sólo se convence cuando se entusiasma,
y se entusiasma cuando se irrita. Aquellos
que mejor saben entusiasmar (y convencer) a las masas son los luchadores de
lucha libre: ellos son los maestros. De ahí que los debates se vuelvan un
espectáculo lamentable, comparable a la violencia de una arena de lucha libre,
llenos de insultos, descalificaciones, amenazas, etc. Un dato que nos confirma
esta idea es que Donald Trump se dedicaba a organizar rings de lucha libre (de
millonarios) antes de dedicarse a la política. Pueden ver los vídeos en
Youtube.
Y
si bien es triste ver en qué se nos ha convertido la política, podríamos
detenernos un poco a pensar en qué nos hemos convertido nosotros en este
proceso. Somos masa, somos una perrada, puesto que nos dejamos llevar
por esta lógica masiva. La participación política tiene el mismo efecto que ir
al estadio. Habría que sopesar mejor el desastre moral que significa
convertirse en una perrada, porque
nos va acostumbrando a llevar una vida de
perros.
C)
Proliferación de la falta de civilidad
Podemos tomar
como un signo de la economistificación
y de la violencia que provoca, la proliferación de un comportamiento antisocial
o poco civil por parte de algunos ciudadanos. Vemos surgir cada vez más los
personajes que se han bautizado como lords
o ladys, cuyo comportamiento incivil,
o a veces incluso poco moral, es exhibido por personas en las redes sociales.
No me detengo en
esto. Me parece que no es una cuestión folklórica sino un índice de degradación
de nuestra sociedad. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad que considera o
ha considerado este comportamiento como normal. Pero, además, son conflictos
cuya solución casi siempre es, violenta: recordarle a una persona que se tiene
que comportar y cumplir con las normas civiles es exponerse a una agresión.
D)
Estado Natural
¿Por qué sucede
todo esto? ¿De dónde surge esta degradación de la sociedad? Ya en el siglo
XVII, el filósofo Thomas Hobbes se admiraba de este mismo hecho. Su obra trata
de responder a una serie de cambios en la sociedad de su tiempo.
Hobbes trata de
examinar aquello que constituye la cohesión de la sociedad preguntándose por el
ser humano en su estado natural. No
se trata de saber cómo era la humanidad antes de juntarse en sociedades, sino
de saber qué sería de nosotros sin las leyes que nos ayudan a vivir juntos. Así
pues, el ser humano en su estado natural
es descrito por Hobbes como conflictivo y violento, y la sociedad como la lucha
de todos contra todos. Hay tres pasiones fundamentales en este estado: a) la
competencia, b) la desconfianza y c) la vanidad. Son tres pasiones que
destruyen cualquier intento de vida en sociedad.
Hobbes hace notar
que hay una lógica de guerra en el
ser humano en su estado natural.
Intenta sustituir esta lógica, por una lógica
de paz. Hobbes explica que la pasión que está detrás del acuerdo, del contrato social es el miedo de la muerte
violenta. Gracias a este temor somos capaces de ponernos de acuerdo.
Nuestra situación
es un poco distinta: nosotros hemos sustituido una lógica de paz por una lógica
economicista, fenómeno que hemos llamado economistificación. Sin embargo, el resultado es el mismo: la
proliferación de la violencia (igual que en tiempos de Hobbes). La razón es
bastante visible ya: si ponemos la competencia
como norma que regula los servicios públicos y la sociedad en general, no
obtenemos simplemente una mayor eficiencia. ¿Por qué? Sucede que las tres
pasiones del hombre en su estado natural
vienen juntas, están encadenadas. Una pasión va llevando a la otra. La
competencia viene con la desconfianza y con la vanidad. Algo que hemos olvidado
– por las sociedades que hemos construido – es que una sociedad está en función
de poder vivir juntos y no de ser rivales o competidores.
¿Qué nos falta?
En nuestros días, el temor de la muerte violenta está más vivo que nunca, no
necesitamos invocar a Hobbes. Podemos ver, por ejemplo, la tremenda
proliferación de cotos privados para poder vivir con seguridad. Sin embargo,
ello no nos asegura una renovación de la sociedad, sólo logramos, en cambio,
una fragmentación cada vez mayor.
Yo creo que proponer
una pasión triste (temor de muerte violenta) como fundamento de nuestra
sociedad, no ayuda gran cosa. Necesitamos
volver la mirada a una pasión positiva. En vez de competencia, cooperación; en
vez de desconfianza, confianza; en vez de vanidad, benevolencia. Igual que la
competencia va dando lugar a las otras pasiones, cuya confluencia termina por
hacernos entrar en una lógica de guerra
disfrazada de una lógica económica,
la cooperación puede hacer surgir una dinámica opuesta, que pueda dar lugar a
la renovación del contrato social; es decir, nos puede ayudar a salir de la
economistificación.
3)
La cooperación
Cuando proponemos
la competencia como dinamismo que aumenta la eficiencia, estamos afirmando que
el deseo de sobrevivir es lo más fuerte en el ser humano. Es la misma pasión
que propone Hobbes para el contrato social: el miedo a la muerte violenta. La
competencia se basa en el miedo a la muerte, es decir en el miedo a ser
eliminados (del juego, del mercado, etc.), es decir privilegia una pasión
triste que destruye la cohesión y aumenta la rivalidad.
Sin embargo,
podemos notar también que el deseo de vivir no es la misma cosa que el deseo de
sobrevivir. Se entiende deseo de vivir
como deseo de vivir en plenitud. Para
lograr esto, necesitamos confianza y paz, no rivalidad. El deseo de vivir es
equiparable al deseo de poder dar lo mejor de sí mismo, que es algo
completamente ajeno al miedo a la muerte.
Podemos decir que
no es la competencia lo que nos hace dar lo mejor de nosotros. Al contrario, la
competencia puede traer lo peor: si estamos centrados en superar al rival, en
vencerlo, vamos cayendo fácilmente en la tentación de eliminarlo (por lo menos,
en tanto que rival). Podemos ilustrar esta afirmación con una idea de Hannah
Arendt. Para esta filósofa, no son el nacimiento y la muerte lo que está a la
base de la vida humana, sino la reproducción. Lo central es el deseo de
novedad, la reproducción de la vida (y no el “sentido” que le confiere su
arbitrariedad o su fragilidad). El dinamismo de reproducción está dominado por
una lógica de acogida y benevolencia, no de supervivencia.
El deseo de vivir
despierta cuando hay una confianza en la posibilidad de dar lo mejor de sí.
Únicamente la cooperación despierta esta confianza.
Nuestra tarea como Universidad
Proponer la
cooperación no es proponer una teoría ni un slogan. La cooperación es un
principio de acción. Para comenzar a actuar, no necesitamos sino detectar las
necesidades de la sociedad en la que estamos insertos. Esto es importante,
porque la cooperación puede ser para nosotros el principio que garantice una
presencia incondicional de la universidad en la sociedad. Nuestra actividad
puede orientarse a esta cooperación mediante la promoción y creación de actores
sociales que nos ayuden a todos a salir de la economistificación.
Notemos que es
algo que ya existe en nuestra universidad.
En el ITESO, intentamos tener respeto por las minorías, tolerancia entre
personas que piensan de distinto modo o que tienen distintas creencias
religiosas, tratar de conducir el automóvil amablemente – y dar preferencia al
peatón –, una serie de cosas que no siempre encontramos fuera del campus. Hay
también muchos proyectos PAP que tienen dinamismos de cooperación. Todo esto,
hace falta impulsarlo más.
De ningún modo se
puede decir que proponemos una salida de
toda competencia. Pero es verdad que hace falta situarla y limitarla. Así
como ya es imposible vivir sin economía y necesitamos entender que la economía
tiene sus propias leyes, así también es necesario limitar su ámbito de competencia.
Es cierto que
necesitamos acción. Pero también es verdad que somos, primeramente, una
universidad: necesitamos reflexión. La cooperación queda como tarea de la
universidad por varios motivos:
§ Pone a las personas más cualificadas de
que dispone la sociedad en ámbitos de servicio incondicional, que va generando
confianza en la sociedad.
§ Es capaz de reflexionar sobre los límites
de la competencia y de la cooperación, de hacer ver su necesidad y de
diferenciar los ámbitos en que se dan ambas.
§ El objetivo de generar la confianza es
poder lograr acuerdos – volver al contrato
social. Los acuerdos de civilidad sólo son posibles cuando hay cooperación,
que es previa a todo acuerdo. Antes de hacer leyes, pactos e instituciones, hay
que querer vivir juntos.
La cooperación es
aquello que puede distinguirnos como universidad de inspiración cristiana, o
como universidad simplemente. Aprovechemos lo que tenemos para ello, nuestro
espacio, tiempo, recursos y disposición. Lo universitario es lo universal. Proponer una sociedad donde
quepan todas las personas es nuestra tarea central.
[1]
Por ejemplo: Castañeda, Jorge, Mañana Forever, Vintage, New York, 2012.
[2] Dupuy, Jean-Pierre, L’avenir de l’économie. Sortir de l’économystification. Flammarion,
Paris, 2014.
[3]
Todorov, Tzvetan, Frente al límite,
Siglo XXI, Madrid, 2004.
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