LA SOLEDAD DEL TESISTA DE FONDO




Este es un artículo que me encontré en la revista Sciences Humaines del mes de octubre de 2011. Se me hizo bastante bueno para describir la situación de aquellas personas que se lanzan a hacer una tesis doctoral. No quisiera compadecerme de mí mismo en estos momentos, ni tampoco darle rienda suelta a la dificultad. Creo que hice esta traducción para recordarme que lo esencial de la tesis doctoral es terminarla y presentarla. Y ya. Una odisea que no sabemos bien a dónde lleva. Espero que se vaya volviendo divertida y que tampoco dure tanto. Ya veremos.

Hay una nota importante. Éste es un artículo que tiene muchos supuestos del sistema educativo francés. El mayor de todos es que en Francia sólo se llama "tesis" al trabajo de investigación del doctorado. Lo que en México se llama "tesis de licenciatura" (que cada vez existe menos) o "tesis de maestría", en Francia se llaman "memoria". Tal vez sea el equivalente de lo que en México llamamos "tesina". Así pues, en Francia "escribir una tesis" o hacer doctorado es exactamente lo mismo. De hecho, el trabajo fundamental del doctorado es la tesis, los cursos doctorales son algunos seminarios, que si bien pueden ser importantes no son lo sustancial del doctorado. Por eso me mueve a risa (en silencio, desde luego) que algunas personas me digan "hice todo el doctorado, sólo me faltó la tesis". Va el artículo.

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LA SOLEDAD DEL TESISTA  DE FONDO

Igual que el corredor de fondo, el doctorante tiene que resistir la distancia. Pero a diferencia del maratonista, nadie le ha trazado una línea de meta. Lo más duro de una tesis es terminar.

Héloïse Lhérété

Al principio, todo era rosa. Sophie se repetía golosa: “estoy haciendo doctorado en antropología.” Se le hacía agua la boca sólo de pensar en su tema de investigación. Estudiante brillante, había recibido una beca de investigación y se soñaba una futura Lévi-Strauss. Y pasó el tiempo. Las referencias bibliográficas se amontonaron. “Investigo, investigo y ¡hop!... me pongo a investigar”, se queja. Su vida tomó un mal rumbo: se peleó con su director de tesis, se deprimió y se puso a gastar sus escasos ingresos yendo al psiquiatra. “Ya estoy acostumbrado a los tesistas”, le confió un día el médico.  Mientras tanto, los amigos de Sophie se casaron y tuvieron hijos. Compraron un bonito auto, pidieron un crédito inmobiliario. Hoy, Sophie tiene el amargo sentimiento de haberse estancado. ¿Estará pensando en abandonar esa tesis que, según ella, le “pudre la existencia”? No, no se atreve. “Es imposible, mis padres no lo comprenderían” murmulla con una voz ahogada. Tiene 40 años.

Como Sophie, 65,000 personas están hoy en día embarcadas en una tesis doctoral en Francia, de las cuales más de la mitad, 38,000, en letras, lenguas, economía, derecho y ciencias humanas. El número de tesis entregadas cada año (alrededor de 10,000) se ha duplicado en veinticinco años, sin que las perspectivas de empleo se ensanchen mucho. Las situaciones – tanto materiales como psicológicas – varían de un doctorando al otro: algunos tienen financiamiento, otros no, algunos escogieron su tema de investigación, a otros les fue impuesto; algunos trabajan solos, otros en equipo… Pero todos coinciden en un punto: la tesis se parece a una prueba personal. No es sólo una aventura intelectual, sino que implica a todos los ámbitos de la vida. Consume el tiempo, transformando a su autor en un ser híbrido, mitad estudiante, mitad adulto, atrapado entre dos edades. También devora el espacio, por el cúmulo de libros apilados, fichas y borradores. Se mete en la vida privada y en la cabeza. Ocupa también el corazón por la implicación afectiva que suscita: “mi tesis es mi vida, mi pasión, mi amante”, resume maravillosamente Tanguy, doctorante en derecho, que borda desde hace cinco años acerca de “Las acciones de preferencia en grupos sociales”. También es el objeto de todas sus angustias, a medida que se aproxima el final de la treintena. “Por suerte ya no vivo con mis padres, reconoce Tanguy, no sin algo de humor, porque si no, mi nombre sería la cereza del pastel.


Una elección de vida
¿Por qué se lanza alguien a tal aventura? Cuando se les hace la pregunta, muchos aprendices de investigadores se salen por la tangente. “Hay preguntas que no se le hacen a un doctorante”, replica Arthur, doctorante en geografía encontrado en Twitter. Algunos responden tímidamente “el gusto por la investigación”, el hecho de “construir algo desde su propio pensamiento”. Hélène, doctorante en psicología en Metz, admite tener miedo del desempleo: “el doctorado me permite dejar para otro día el momento de confrontarse al mercado laboral.

Sólo el 10% de los doctorantes en ciencias humanas tienen una beca de investigación. Los que tienen suerte consiguen un contrato en alguna empresa o en un organismo privado de investigación, pero casi nunca ganan más de 1,700 euros al mes. Sobra decir que el dinero no es su motivación. Muchos doctorantes tienen otro trabajo. Tanguy, el tesista en derecho, tiene un puesto como jurista en una empresa. Trabaja la tesis “por la mañana, antes de salir al trabajo, entre las doce y las dos durante la pausa de la comida, y a veces los fines de semana” y dice encontrar el equilibrio en esos vaivenes. Algunos sobreviven gracias al apoyo financiero de sus padres o de su pareja, situación moralmente incómoda. En cuanto a sus perspectivas profesionales, éstas se muestran más bien deprimentes. Las plazas como investigador en el CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica) o de catedrático en la universidad, La Meca de todo doctorante, son rarísimas… situación que no mejora mucho en el lado de lo privado. Un estudio reciente revela que en Francia, el doctorado constituye un freno para la contratación. Los encargados de personal muchas veces encuentran a los doctores demasiado viejos, demasiado rígidos, demasiado teóricos… y prefieren mejor a los titulados de un master profesional o a los diplomados de las grandes escuelas.

Michel Beaud, autor de “El arte de la tesis” advierte: “es un error lanzarse a una tesis (…) si no se tienen razones serias y profundas para llevarla a término.” Por su parte, la socióloga Claudine Herzlich, autora de un  libro del mismo tipo destinado a los aprendices de investigador en Ciencias Sociales, insiste en la importancia de un “proyecto realista, simultáneamente en el ámbito intelectual y profesional.” En otras palabras, resulta vano lanzarse sin un buen tema, una gran capacidad de trabajo y un amor incondicional por la investigación. Lo esencial podría ser este último punto. “Casi siempre se habla del excesivo trabajo de la tesis. Sin embargo, también representa un lujo. Durante algunos años, tenemos la suerte de podernos consagrar, con toda libertad, a algo que nos apasiona”, recuerda Hélène, cuya tesis de psicología trata sobre “Las situaciones de molestia entre dos personas”. 

Comenzar una tesis  es casi siempre emocionante; el principal obstáculo consiste en resistir la distancia. La libertad que ofrece la investigación se puede convertir a mitad del camino en un sentimiento terriblemente angustiante. ¿Cómo avanzar en la tesis sin fechas límite, sin supervisión y sin referencias?


Enemigos muy prosaicos
La soledad del tesista es bastante radical, ya que la universidad francesa no brilla por su capacidad de acompañamiento. Un tema de tesis muy especializado contribuye también a aislar al doctorante. “Está claro que estoy solo frente a mis ideas, solo frente a mi computadora, e incluso solo en mi mundo, ya que ninguno de mis amigos entiende nada de lo que estoy haciendo”, reconoce Tanguy. Incluso los mejor acomodados no se escapan. Louise, doctorante en psicología del trabajo, hace su tesis dentro de una institución privada de investigación. Está inserta dentro de un organigrama y de un equipo de trabajo. Sin embargo, no se encuentra nunca con alguien para discutir el fondo de la tesis. Y sufre por ello. “Lo más terrible es cuando regreso a casa, confiesa. Por la noche, en la mesa, no tengo nunca nada que contar. Ninguna anécdota divertida sobre mi día de trabajo. Nada.

Esta soledad forma parte del aprendizaje del oficio de investigador. Al moverse dentro de una temporalidad desestructurada, el tesista tiene que sacar de sí mismo los recursos que le permitan progresar. En lo más profundo y difícil de la tesis, descubre que los verdaderos enemigos no son casi nunca los “obstáculos epistemológicos”. No son las teorías, los autores o corrientes de pensamiento… los enemigos son estúpidamente más prosaicos: una pereza persistente, las sábanas con frecuencia se quedan pegadas, un teléfono que suena demasiado seguido, una adicción a Internet, una pareja que cuenta con uno para las compras y el aseo de casa porque “ahí se la pasa todo el día”, o bien una pareja a la que se ha descuidado y se aleja, un consejero bancario que se inquieta, una cuñada que pregunta cada domingo “¿y entonces, para cuándo la tesis?” Al pasar los meses, la tesis se puede volver un verdadero pantano. Para constatarlo, basta ver cómo florecen los grupos de doctorantes en Facebook. Estos grupos juntan varios miles de tesistas y tienen nombres evocadores: “El octavo pecado capital: embarcarse en una tesis”, “mi tesis doctoral es mi propio Irak”, “los tesistas que opinan que su tesis es inter-minable (“inter-hartante”)”, “¿Y tu tesis avanza?... ¡cállate!”

El reconocimiento, punto crucial
Con todo, detrás de estos títulos graciosos pueden esconderse dramas humanos más o menos densos. Un estudio dirigido por la universidad e Bretaña muestra que la tesis es una fuente de stress para el 73.6% de los doctorantes. Este stress se traduce en síntomas ya conocidos: agotamiento físico y psíquico, angustias, insomnios, ideas pesimistas, sentimiento de culpa, emotividad exacerbada, accesos de violencia, dolores somáticos de diverso tipo. Las adicciones son la moneda corriente: alcohol, tabaco, cannabis, psicotrópicos, bulimia, Internet, … Algunos doctorantes tienen depresiones o “se les funde un fusible”, en particular aquellos cuyas tesis duran más de cinco años.

Estos momentos difíciles no son siempre fatales para la tesis. Para la socióloga C. Herzlich, incluso forman parte de la “trayectoria”, metáfora que toma de la sociología de la salud: “Una trayectoria de tesis tendrá planicies monótonas de las que se teme no ver el fin, curvas peligrosas, salidas felices y, a veces, rupturas definitivas.” La motivación, que nunca es lineal, tiene altas, cuando el tesista encuentra una buena formulación o descubre una lectura entusiasmante. Bajas, cuando los días pasan sin que la tesis avance. Abismos, cuando el tema parece repentinamente inasible.

Que otros investigadores den su reconocimiento al propio trabajo se vuelve crucial. Puede ser un reconocimiento financiero – becas, encargo de cursos, contrato de edición, etc. – pero también gratificaciones simbólicas: una solicitud de participación en un coloquio de prestigio, o ver publicado un buen artículo, honores, incluso algún elogio verbal. “Mi tesis comenzó verdaderamente después de presentar mi trabajo en un seminario de doctorantes, narra Justine, doctorante en filosofía. Alcancé a percibir interés en la mirada de los demás y me felicitaron. Estos signos fueron decisivos para mí, justo en un momento en que verdaderamente vacilaba. Me permitieron superar la difícil etapa de la redacción.” Si se está financiado o no, sentir el reconocimiento de su trabajo, de su actividad intelectual y de sus competencias, sobre todo de parte del propio director de tesis y también de sus pares, constituye un potente impulso para continuar el esfuerzo hasta el día de la defensa de tesis. 


Abandonarla o terminarla
Algunas tesis no terminan nunca, siempre se resisten aunque sufran. Otras mueren a fuego lento, porque su autor las abandona, sin aceptarlo realmente, por una vida profesional de mayor realización. 

Sin embargo, para la mayoría de los tesistas llega el día en que se vuelve vital terminar. En ese caso, sólo existen dos soluciones: abandonarla o terminarla. En letras y en ciencias humanas, la primera solución es la más común: la tasa de abandono se acerca al 60% según un estudio hecho por el Céreq. Las razones más comunes para justificar el abandono son “haber encontrado un trabajo” (40% de los casos), “razones financieras” (30% de los casos), y de “haber dejado de estudiar” (23% de los casos). Pero en todos los casos, esta decisión fue sopesada durante largos meses, a veces obligados por presiones familiares o académicas, y siempre fue dolorosa.

Para los otros, hay que poner fechas límite. Algunos logran fijársela por sí mismos. Como por ejemplo Tanguy, quien ha aplazado dos años seguidos la defensa de su tesis de derecho, decidió que terminaría “este año o nunca”. Otros necesitan una coacción externa: el final de una beca, la negativa de inscribirse el año siguiente, la esperanza de tener un puesto en la universidad “si la tesis fue defendida antes del 14 de diciembre”. No es raro que un evento privado como el nacimiento próximo de un hijo fije la fecha final tan esperada. El maratón irregular se termina entonces en un sprint final. Hay que llegar al final, cueste lo que cueste, a toda velocidad. Hay que renunciar por unos meses al espacio que ocupan las distracciones y al sueño para consagrar toda la energía a los últimos kilómetros. Si no se quiere ver reducidas las posibilidades y las cosas que se deseaban hay que renunciar a un capítulo y rumiar releyendo lo que hay. Si no se quiere renunciar a ser Einstein o Lévi-Strauss, solamente hay que completar lo que se pide: una tesis de doctorado honesta y honorable. Numerosos tesistas cruzan así la línea de llegada que se trazaron de manera forzada. Agotados pero ya con un peso menos, por fin doctores, tienen el título necesario para lanzarse a la conquista de un puesto. El recorrido del luchador puede comenzar.

Comentarios

  1. Rubén, muy interesante el post sobre el trabajo de la tesis...!
    Creo que hay una razón más para terminar y que no la considera este artículo francés: ser migrante. Para nosotros los latinoamericanos estudiando en Europa, la amenaza de que se acaba tu permiso de residencia puede ser determinante... Al meno eso me está pasando a mí (no en una tesis doctoral, sino en una tesina de maestría…)

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    1. Mauricio, qué gusto !!
      Y sí, una razón más para terminar es volver al "terruño" (como decimos en México), donde en principio no tienes que andar viviendo de prestado. Y qué raro que te pase eso en España, ahora que nadie se quiere quedar ahí.

      Mucho ánimo y un abrazo.

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  2. Me gustó mucho el artículo, me sentí identificada n.n
    Gracias por la traducción! :)

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